









"Nosotros estamos aquí para representar, para recitar partes escritas, aprendidas de memoria. No pretenderán que cada noche uno de nosotros...muera de verdad..." Luigi Pirandello
La estación de los caballos
En poder de un lápiz Faber / y apilado como un jockey sobre las páginas centrales / de un cuaderno Rivadavia / escribí una composición sobre el otoño / el otoño / escribí / es la estación de los caballos.
Y ahora viene lo mejor.
Dos meses después me mandaron a llamar del Ministerio para entregarme una medalla / un diploma sellado con un lacre / y la firma de un ministro / no había regresado a la escuela todavía / cuando ya circulaba el rumor de que iba a ganar el Premio Nobel.
Escribir / al fin y al cabo / era tan sencillo como meter la mano en una jaula / sacar los pajaritos que querías / y colocarlos sobre un cable que ya venía dibujado.
Cualquiera puede imaginar el resto: / una mañana cualquiera abrí la jaula / metí la mano / y estaba vacía / ¿Dónde estaban los años grandes que iban a venir?
Después me creció la barba / aprendí a fumar con el hombro apoyado en el farol del cine Palace / y me convertí en una persona exactamente igual a cualquier persona que hubiera conocido.
A veces me sentaba frente a la máquina de escribir y apretaba nada más que las vocales / ¿Cómo es que nadie me había dicho que era posible escribir y llorar al mismo tiempo?
Acabé convertido en uno de esos boxeadores que ya no son boxeadores / pero que siguen yendo al gimnasio / porque jamás dejarán de serlo / la escritura / es como una bolsa de arena / esperando los golpes en la penumbra del gimnasio.
Medio siglo después de haber perdido el Premio Nobel / me la paso girando en puntas de pie alrededor de la máquina / jadeando / con los dientes apretados / y es que las palabras no están en una jaula / sino en el corazón / y hay que luchar / matar / robar / amar / o huir para sacarlas.
Menos los niños.
Los niños nacen sabiendo que el otoño / es la estación de los caballos.